Basta solo con un solo ojo para observar lo que realmente es importante.

Basta solo con un solo ojo para observar lo que realmente es importante.

domingo, 25 de agosto de 2019

1+1=1

Ese rostro ya lo había visto, la expresión de las cejas fruncidas en el reflejo de un espejo sucio de algún auto mal estacionado de la ciudad. O quizás en las ventanas de una edificación abandonada y dejada a horas de partir en polvo sus pies. Ese rostro me hace que lo ví en la botella de un vino añejo, el cual destapé para celebrar algún logro estúpido que posteriormente fracasó y quedó en el camino bajo las rocas de la desgracia.
Hoy volví a ver ese rostro, lo ví en la parte cóncava de un artefacto que desconozco el nombre pero se utiliza para secar las manos o regenerar los dedos húmedos. Ahí estaba, observándome y dándome la bienvenida a su sito, el baño de un sucio bar trastornado con el pesar de los años por la enorme cantidad de musgos en sus paredes.
Un rostro que me juega una fiel batalla y no me da respiro a qué agache mi cabeza, me mira, me conoce, me investiga y sabe que el miedo en mí toma forma de cuerpo y sobresale  de mi contorno de piel erizada. Inclino mi cabeza para beber agua del grifo y así humedecer mi secante garganta. Mis pupilas se dilatan, mi corazón late aceleradamente, mis pulmones se contraen, los dedos de mis pies se retuercen hasta generar un dolor inquietante. Otra vez, otra vez ese rostro que tantas veces me había desafiado en momentos de mi vida, volvió.
Volvió en forma de furia, así como un volcán vomitando lava ardiente por todo su alrededor, volvió. Ahora que mi cuerpo se encuentra débil bajo los ojos del cielo, ahora que mis piernas no sostienen el equilibrio por el desorden emocional de mis huesos, volvió.
Le grito para que me vea y se asuste, para que me observe detenidamente y crea que soy valiente, le grito porque ya no le temo. Ya no le tengo miedo, mentira. Estoy siendo sarcástico y él lo sabe, él sabe que fue el maldito verdugo de los momentos más inquietantes y desequilibrios desafortunados en varios de mis pasajes, de los cuales nunca pagué boleto. Sabe todo sobre mí, sabe de los errores que cometí, sabe de las oscuridades que atravesé donde la única luz que había era en noches de Luna llena.  
Y hoy volvió, para hacerme entender qué el fuego no solo quema cuando arde, que el agua no solo ahoga cuando te sumerge y que el viento no solo sopla cuando te tira. Hoy volvió y me hizo entender que éste soy, cómplice de mi reflejo, cómplice de mi imagen proyectada donde yo la quiera ver. No solo comprendí lo importante que es observar, también entendí que ese rostro era yo. 

martes, 13 de agosto de 2019

Martes 13

Hay momentos que las palabras traen recuerdos, o hay momentos que esos recuerdos forman palabras llenas de frágiles latidos que quedarán en el olvido o en un simple suceso. También ocurre qué hay simples recuerdos que traen a sus espaldas grandes momentos que casi las palabras no están presentes. Ahora que lo pienso, hay espacios que se hacen cómplices del decir de muchas palabras pero es tan ausente la realidad de las mismas, que ese espacio es gigante y las palabras tan pequeñas que nada significan.
Hay momentos que casi la orilla del mar no se ve, la ola lo es todo. La rabia se hace espuma y las lagrimas la sustancia más envolvente sobre la piel. Hay momentos que la arena se pone en mi boca y me hace tragar cada grano. Hay momentos que no hace falta comprender nada para saber que perdimos todo, o también no forzar aquello que queramos para quedarnos sin nada.
Hay momentos que me siento parte de la coreografía monótona de ésta sociedad encandilada por los semáforos de la ciudad. Cuando se dispara la señal verde nuestros cuerpos se desplazan tranquilos, cuando llega la señal del color amarillo nos apresuramos, nuestras extremidades vacilan torpes y con sentidos nerviosos, y en el rojo, en el rojo es donde los verdaderos pura sangre se ven a los ojos, donde nos preguntamos si arriesgarse o morir en el intento valdrá la pena. Hay momentos que soy esto y todo lo otro, o aquello qué está por allá, en una esquina bajo la mugre de recuerdos. Un Martes 13 me trajo un tanto de todo para hacerme saber que los momentos son luces, difusas, claras, engorrosas, visibles o no. Pero luces, luces verdes, amarillas o rojas.