Basta solo con un solo ojo para observar lo que realmente es importante.

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martes, 13 de agosto de 2019

Martes 13

Hay momentos que las palabras traen recuerdos, o hay momentos que esos recuerdos forman palabras llenas de frágiles latidos que quedarán en el olvido o en un simple suceso. También ocurre qué hay simples recuerdos que traen a sus espaldas grandes momentos que casi las palabras no están presentes. Ahora que lo pienso, hay espacios que se hacen cómplices del decir de muchas palabras pero es tan ausente la realidad de las mismas, que ese espacio es gigante y las palabras tan pequeñas que nada significan.
Hay momentos que casi la orilla del mar no se ve, la ola lo es todo. La rabia se hace espuma y las lagrimas la sustancia más envolvente sobre la piel. Hay momentos que la arena se pone en mi boca y me hace tragar cada grano. Hay momentos que no hace falta comprender nada para saber que perdimos todo, o también no forzar aquello que queramos para quedarnos sin nada.
Hay momentos que me siento parte de la coreografía monótona de ésta sociedad encandilada por los semáforos de la ciudad. Cuando se dispara la señal verde nuestros cuerpos se desplazan tranquilos, cuando llega la señal del color amarillo nos apresuramos, nuestras extremidades vacilan torpes y con sentidos nerviosos, y en el rojo, en el rojo es donde los verdaderos pura sangre se ven a los ojos, donde nos preguntamos si arriesgarse o morir en el intento valdrá la pena. Hay momentos que soy esto y todo lo otro, o aquello qué está por allá, en una esquina bajo la mugre de recuerdos. Un Martes 13 me trajo un tanto de todo para hacerme saber que los momentos son luces, difusas, claras, engorrosas, visibles o no. Pero luces, luces verdes, amarillas o rojas.

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