También fue extraño que al llegar a casa no saliera de mi cabeza el débil pensamiento de saber porqué pesaba 120 kg. Así que inmediatamente me senté, preparé un té con yuyos y rodajas de un limón casi sin jugo, para luego empezar con una especie de teoría sobre ese ‘’sobrepeso‘’ en mí.
No recuerdo como o por qué elevé mi cabeza sobre un más allá que no podía percibir, y me encontré en un más acá que hizo enredarme en las duras y tensas lianas imaginarias de un mundo que estaba caminando y yo solo veía, es la cruda inspiración de ser algo que no siento pero así mismo se contradice con lo que me pasa, o pasó. Esa sensación vaga de ser Dios y ser fiel a la vez y pretender que todo lo que ocurra sea lícito y no tenga motivos de acusación para ser juzgado. Caí en el pozo de la soberbia, me deslicé en el tobogán de lo ingenuo y con un arma cargada de sufrimiento, me apuntaba la madre de todos mis actos, la mentira.
Comprendí que los sentimientos son el órgano con más peso en mi persona, comprendí que eso de más que tenía, era lo que menos debía pesar.
No hay comentarios:
Publicar un comentario