52 años de casados,
cientos de empanadas al horno,
el ladrido del perro cuando pasaba el cartero
la bicicleta en el galponcito
como esperando para volver a salir
la libreta con los números de la quiniela
en la mesita
las galletas de campaña
a la tardecita
porque el pueblo es chico
y a la tarde
aún hay sorpresas.
Para la tos, té de miel y guaco
Para la tos, té de miel y guaco
para la espalda, la bolsita de arroz caliente
si me viera en un futuro así, me sentiría un pelotudo
Pero él se ha ido.
Ella
un día amaneció
y se le había muerto el esposo.
52 años de casados.
Todos los días
todos los santos días
todos los reverendos santos días
todos los celestiales reverendos santos días
todos los
qué manera de abusar de este recurso
celestiales
reverendos
santos días
amaneciendo al lado
uno del otro.
Un día amaneció
y el perro que ladraba
solo murmuraba, entre dientes
con rabia y dolor.
Cree haber entendido
todo
ayer
cuando el cuerpo
bajó a la tierra
entre la madera tosca
y el bronce reluciente.
Pasaron tres días
hasta que la notaron tranquila
y la dejaron con su luto.
La primera noche sola
en 52 años
se llevó dos empanadas de carne
y un vaso con agua y hielo
y mientras lo bebía
la certeza
de qué la bicicleta
no volvería a salir del galponcito
con la misma cadencia
de la última vez
le quemó el pecho
y tuvo miedo, tuvo mucho miedo
como vos
y como yo
en este instante.
No se despertó a la mañana siguiente
porque
llega un momento en la vida
que uno puede
decidir
morir
mientras duerme.
Ojalá
ojalá me toque así.
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