Basta solo con un solo ojo para observar lo que realmente es importante.

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martes, 25 de mayo de 2021

Vagones

Había una vez 
en una ciudad muy lejana 
una estación de corazones. 

Un día el Sr. Cerebro 
siguiendo su doctrina neosentimental 
decidió 
que era costoso 
que lleguen 
corazones de pasajeros a aquella 
distante estación. 
Entonces los corazones 
dejaron de llegar. 

La estación 
se convirtió 
en un paisaje de corazones inertes 
ante la llanura de la desidia. 
Casi como un cuadro de Dalí 
al borde de un río seco. 

Había una vez 
también 
en una ciudad muy, muy lejana 
una estación de ilusiones 
En ella 
se sentía 
se escuchaba 
se quería 
se respetaba. 

En la estación de ilusiones 
vivía 
en un viejo y sabio edificio 
El Sr. Impulso 
que alquilaba para permitir 
qué las ilusiones  
pudieran llevar adelante 
su acción 
amorosamente 
transformadora.

El viejo edificio 
se mantuvo en pié 
por años
sin la ayuda de nadie. 
Cierto día
el Sr. Impulso 
se dió cuenta 
que el viejo edificio 
estaba cansado 
que podía tropezar 
y caer encima de un 
montón de ilusiones. 

Desde la estación de ilusiones 
se quejaron con el Sr. Impulso 
y este tuvo la brillante idea 
de invitar a dicha estación 
a mudarse 
a diferentes edificios 
en diferentes partes 
de aquella lejana ciudad. 
Toda la estación de ilusiones 
no tuvo más remedio 
que desperdigarse 
en diversos lugares. 

Fue la decisión más correcta 
en ese momento. 
Decidir si la ilusión 
resiste 
o deja aplastarse por los escombros 
de un viejo edificio. 

Desde ese día
en aquella 
estación muy, muy lejana 
la boletería 
de una estación de ilusiones 
donde los pasajeros ya no llegan 
se trasformó 
en el lugar 
y rincón de ilusiones 
sin su propio edificio. 

La desidia 
cómo si se les cayera
el techo encima, 
Las quiere aplastar 
pero la fuerza y lucha 
las mantiene, 
hasta el día de hoy
en constante ilusión. 


Tiempo después cuentan por ahí, en alguna parte de la estación, que el Sr. Impulso desapareció. El cansancio de ilusionarse y ver que las ganas de caer y levantarse lo había desgastado, hizo que perdiera, aunque parezca una contradicción a su sentir, así como vino, también se le fué 
la ilusión.