más o menos bien.
De escribir una buena metáfora.
Una tremenda metáfora
que les llegue hasta el alma.
Supongan que existe el alma, che!
No voy a discutir el concepto de alma
en este momento porque mi intención
es poder escribir una gran metáfora
que pueda llegar hasta algún lugar.
Algún y lugar se escriben casi
con las mismas letras. ¿Vieron?
De todas maneras no importa, no
me quiero distraer porque mi deseo
es escribir una metáfora que les
llegue hasta el alma.
La metáfora debería poder ubicar
el cinturón de Orión.
También poder sobrevivir en terrenos
ajenos, sinuosos y agrestes.
Llevará algunas hojas de diario
para poder prender el fuego necesario
para calentar el agua en la caldera tiznada
que cuelga de su mochila. Tomará mates
al costado del río.
Le otorgaré cualidades que quien
me escribió a mi no me otorgó.
No será distraída.
Sabrá cortar la palta.
Será valiente.
Sabrá destapar un vino.
No sentirá vergüenza.
Podrá mirar al amor a la cara,
sin apartar la vista con miedo.
Bailará pudiendo separar
los pies del suelo.
No dejará que las plantas se caguen muriendo
en las macetas implorando
sedientas una mínima lluvia y
observando a quien debería cuidarlas
pasando a su lado sin siquiera apartar
la vista para mirarlas morir.
Sabrá decir te amo a tiempo.
Será una metáfora increíble.
Tan irreal como imposible.
Tan grandilocuente como hermosa.
Tan egocéntrica que nadie la querrá.
Les dará náuseas.
Vomitarán y cuando se dispongan a inhalar
para recuperar el aire, mi metáfora
se escabullirá en un rincón
de sus almas
y ocupará alguna casa abandonada.
Ahí se quedará
hasta que la policía la desaloje
a fuerza de estribillos esperables.
Ese día podré afirmar
que llegue a algún lugar,
dos palabras que se escriben
casi con las mismas letras.
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