No porque antes te lo impidiera
sino porque te veía marchitarte
y vos, vos querías florecer en otra parte.
De todas maneras te cedí
el agua,
la voz,
la luz,
el amor que tenía, pero no alcanzó.
A poder amar también se aprende,
que no te digan lo contrario.
Dejé que te fueras
y tropiezo cada día,
con lo que dejaste atrás.
Al caer me raspo las rodillas
y desde el suelo veo,
como migas de pan,
el rastro de las cosas con las que aún
me falta tropezar.
Me pongo de pie y sigo por el camino.
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