Hay días como los de hoy qué me transformo en agua
me hago lluvia y mi cabeza tormenta
Mi pecho se torna de un color gris, mis venas adquieren el poder de un río caudaloso
y mi células hacen eco de la selva más oscura y tenebrosa
Hay días que siento a mis huesos sonar de tal manera qué escucho sus gritos pidiendo auxilio, queriendo rajar mi piel para así conseguir liberarse del ataúd que los comprime
Hay días que mis ojos titubean asfixiados en un mar de aire
dudando querer ver la realidad
mi nariz se reniega a olfatear la constante toxicidad del ambiente
y mi boca, mi boca la soledad interminable de limerencia pura
Hay días que sólo me queda escuchar el hablar de las aves
el quebrajar de las ramas
el ladrido de mi perro exhausto y desanimado -me mordió y se contagió-
el latido de mi corazón perenne.
Hay días qué prefiero desintegrarme para así introducirme en un sonido melifluo .
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