Ya era 24 de febrero y aún no había
pagado la factura de ose, no tenía agua en casa y mucho menos,
dinero para pagar el maldito recibo. Vivía en un barrio donde la
palabra limpieza no existía, la acción tampoco. Mi humilde casa
tenía apenas dos habitaciones, en una de ellas solía dormir en
viejo y sucio colchón junto a mis 8 gatos, la otra era una
habitación que la utilizaba como deposito para guardar cosas que
encontraba por la calle.
Yo no podía trabajar, no me dejaban.
En mi casa aún existía la política y cultura de que la mujer solo
podía ser ama de casa y hacer lo que el marido (el dueño) creía
que era correcto.
Ya se acercaban las 20:00 hs y el jefe
de la casa ya estaba por llegar, me tenía que poner linda y no decir
nada, solo mirarlo y callarme.
Sentí el chillido de la puerta, pero
no era un chillido como habitualmente sentía, era distinto, era con
fuerza, como si alguien quisiera entrar a las apuradas.
Y así fue, era él, pero enseguida que
entró el clima de la casa cambió. Cuando lo ví supe que la bestia
había despertado nuevamente.
Sin dirigirme ni una palabra comenzó a
golpearme, una y otra vez. Yo no podía defenderme, ese no era mi
deber, yo no tenía la autoría de hacer eso.
Pero esa noche fue distinta, mientras
me golpeaba pude ver lo malo, pude ver quién era Felipe de verdad,
con mucho coraje y fuerzas que salían de mi interior, lo empujé y
salí de la casa, salí corriendo hacia la comisaria para decir todo
lo que había pasado.
Al llegar un oficial me intenta calmar,
le cuento la situación vivida y le digo que quería efectuar una
denuncia.
-Muy bien señora Perez tomaremos su
denuncia y la archivaremos con unas tantas más que vienen por el
mismo caso que usted. Que tenga buenos noches y una pronta
recuperación.
EL MUNDO SE ESTA ACABANDO Y NO ES QUE
LA DEFORESTACIÓN ESTÉ AVANZANDO, ES EL FEMICIDIO QUE ESTÁ
AUMENTANDO.
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