Basta solo con un solo ojo para observar lo que realmente es importante.

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domingo, 10 de enero de 2021

Casa deshabitada

Una vez en un trozo de papel escribí una frase que decía algo así como “gritar es la puerta que tienen los débiles, cuando los absurdos esconden la llave”. Tenía 15 años creo, una época de ver, ambicionar, crear y aprender. El lado musical más oscuro había llegado a mí y sentir que estaba en una habitación amarrada a la escucha continuas de guitarras distorsionadas y voces buturales, me hacía estar seguro de querer quedarme en esa burbuja que contenía emociones enfurecidas por salir, pero tranquilas de no reventar. 
Hoy recuerdo y veo a ese pibe con ganas de salir al exterior sin medir el interior que habitaba en su casa. Es difícil cuestionar y asimilar las lejanías de un futuro incierto, cuando el mundo te está diciendo lo contrario. 
El mundo te hace ver una seguridad absoluta en una habitación donde la imaginación es un breve resumen sobre el concepto de ser alguien. Reitero que es difícil entrar en la discusión de ver sin poder abrir los ojos, y pensar que están esos fantasmitas que con sus manos te enseñan un mundo que para ellos está bien, y te encierran, te encierran en esas cuatro paredes donde ves todo como si fuese lo mejor. ¿Donde interfiere la tranquilidad? Es algo que me pregunto frecuentemente cuando llegan a golpearme la ventana estos fantasmas. 
Llenos de egoísmo, miedos, y con el afán de invadirte de su oscura magia, llegan, llegan para quedarse por un buen tiempo hasta que vos, la casa habitable de estos seres decide echarlos. Hay veces que demoran un tiempo largo en irse, hay veces que la luz de quien los porta es tan clara y avallasante que estos individuos sienten el propio miedo que ellos quieren dar. Lo difícil es creer que cuando llegan lo hacen con la intención de consentir las mejores expectativas. 
Y es así que se hacen pasar por personas, o también invaden en la inocencia de otras personas llegando así a romper la carcasa de los débiles, como una cadena, como una secuencia de volátiles cuerpos andan por ahí, escabulléndose por lugares que uno conoce, buscando víctimas con ganas de sentir. Sentir que se siente chocar con alguien, sin saber que pueda pasar. Sin que ninguno de los dos pueda saber si es víctima o casa habitable de algún fantasma. 
Ojo, también los fantasmas se enamoran, ojo también pueden destrozar a sus cuerpos, si la necesidad de amar es mucho más que la necesidad de dañar. 
Y es ahí que nos volvemos en casas deshabitadas. 

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